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Con una novedosa versión de «La Leyenda del Tiempo» engarzada en otras estrofas míticas, empezó el chiclanero Antonio Reyes su recital en una Suma Flamenca de la que sale reforzado. Buen ambiente y responsabilidad de un artista capaz de llenar aforos y de solvencia hasta ahora siempre demostrada.
Y la principal causa de su renovada posición en el escalafón es que le vimos en registros mucho más atrevidos, dentro de su ortodoxia caracolera, que es costumbre. Con la inefable ayuda de Dani de Morón, a nuestro juicio incomparable acompañando, Antonio se mete sin rubor en búsquedas que además le ayudarán en los tiempos imaginativos, pero también de gran competencia, en los que se está adentrando el cante. Soleá por bulerías con aire nada convencional y taranta. Sí, todos estos estilos que se le presuponen a una figura del cante como es Antonio, pero sabiendo que la audiencia tampoco le echaría en cara quedarse al abrigo de los estilos de los puertos y su Cádiz. Ahí es ya un consumado intérprete y, en parte, sus incondicionales tendrían buena mercancía. Pero optó por abrir repertorio y eso se agradece siempre. Por si había dudas de su capacidad.
En las alegrías se volvió a notar a un peso pesado del género con las armonías de un Dani de Morón que también por tangos mostró que su cabeza pensante tiene la densidad de acordes para acompañar a un regimiento. Seguiriya muy ligera de compás pero de afinación y quejío exclusivo. Sin tanta negrura en sus «soníos» como en otros metales de su tierra, pero con el plus de una voz de una rapidez fulminante en los tercios.
Las bulerías, añejas, con ecos de golpe, que Dani perfectamente hubiera podido engranar con los soniquetes de Diego del Gastor. ¡¡ … y eso hizo por momentos!! Nos alegramos mucho, Dani es grande también en afición.
Dani, decíamos, es un gran acompañante porque a su guitarra de técnica deslumbrante une un soberano liderazgo en el escenario, calentando a la vez al público con su perenne «buen rollo». Parece fácil, pero que eso salga en coyunturas de tanta responsabilidad no está al alcance de cualquiera, y más sabiendo que no son compañeros habituales el chiclanero y el sevillano.
Recital corto, las modas y leyes lo imponen, pero intenso. Antonio Reyes regaló unos fandangos caracoleros y fin de fiesta con «pataíta» de uno de sus excelsos palmeros. Suma y sigue, Antonio.
Redacción www.chalaura.com