Ya veis la que tienen montada en Hollywood con el actor Kevin Spacey y con el productor éste coleguita de Quentin Tarantino. Qué envidia, eso es candencia informativa y no lo que tenemos aquí. Es increíble: Hollywood, el Vaticano, la Casa Blanca, los ejércitos, incluso el mundo del fútbol se ha visto salpicado por algún escándalo de abusos sexuales. ¿Y qué pasa con el flamenco? A ver si es que va a resultar ahora que somos el único mundo que ha sabido embridarse los vicios sin conculcar ninguna convención mainstream actual.
Había hasta apuestas sobre si Rafael Riqueniiba a actuar en el Berlín la noche del sábado. Entre lo mal acostumbrados que estamos y lo malpensados que somos, en el flamenco no damos tregua a nadie. Y con Rafael Riqueniestamos equivocados si nos imaginamos a un guitarrista que se viene abajo antes de un concierto o que sufre por su vocación. De esos hay muchos, y arriba del escalafón también. No es el caso de Rafael.
Algo vamos sabiendo ya en esta España nuestra sobre la ruina que supone para un país recortar los dineros destinados a la ciencia. Es algo en lo que todos los científicos del mundo suelen estar de acuerdo y tampoco hay que ser Stephen Hawking para darse cuenta: la salud económica de un país depende de la salud económica de sus individuos con formación científica. A los cerebros o los remuneras o se te fugan.
Este viernes pasado, 27 de octubre (2017), estuve con una amiga en el recital que dieron Luis el Zambo y Pedro el Granaíno en el Auditorio Nacional de Música (Madrid). Sonidos negros, llevaba por título el espectáculo. Por lo que se refiere a la parte puramente artística, el menú fue contundente de verdad: palos “jondos”, flamenco hardcore–hardcore.
El asunto iba de celebrar que Pepe Habichuela lleva 60 años haciendo feliz a la gente sin bajarse del top ten de la guitarra flamenca, de modo que se programaron por todo lo alto tres días seguidos de conciertos en el Teatro Circo Price de Madrid. El 11 de octubre (2017) el cartel era
En la primera aparición, Eva Romo canta la letra por toná Hay un camino largo/que todo el mundo recorre. Y eso no lo niego, pero ese camino tiene muchos ramales. Ella está pisando uno poco recorrido, o como escribe el poeta americano Robert Frost, un road less traveled. Hablo del camino del arte puro, sin plataformas ni pretensiones. O por lo menos eso pienso yo. Yo qué sé, soy solo un guiri aflamencado.
El segundo tema era un compendio de tangos, seguido por una malagueña del Mellizo y luego una farruca atípica, todas cantadas con una voz melosa e impactante. Eva tiene una voz que te pone tenso y te relaja tres veces en un solo compás. Y la mezcla de palos que cantó le dio un aire fresco al concierto, algo un poco más allá del camino principal.
Eva y su excelente acompañante Pablo San Nicasio dieron la talla, rodeados por un público de calidad, que incluyó nombres como Rafael Aguirre, el presente y futuro de la guitarra española; Jesús Chozas, que hoy en día define la voz flamenco jondo castizo; Romualdo Molina, flamencólogo sin par; la actriz María Pastor en primera fila que, os lo juro, me miró por lo menos una vez por casualidad; y el torero de autor Germán San Nicasio.
Un corto desvarío… Hace unos años vi por primera vez a Eva cantar en el Ateneo de Madrid, y durante toda la actuación me sentí raro, pero raro como una palabra inventada, me sentí jubilotristeza. Durante una granaína su voz me agrietó y me saltaron las lágrimas, y no soy muy de lágrimas. Ni siquiera lloré cuando un coche atropelló a mi perro de toda la vida. Así que desde entonces después de un concierto me pregunto si el cantante me emocionó como Eva, y la respuesta siempre es no. En fin, debe de ser un delito cantar tan divino, y la próxima oportunidad que tenga voy a preguntarle a ella, porque esa bella figura es licenciada en Criminología. Una fenómena.
Después de una bulería Eva se retiró al camerino y Pablo San Nicasio tocó dos temas buenísimos, el primero dedicado a Rafael Aguirre y el segundo a su novia y hermano, y volvió Eva al escenario para cantar su granaína y media granaína incomparables, seguido por uno de los palos de ida y vuelta más efervescentes, la guajira. Continuaron el buen humor con unos caracoles, y después una gran versión de Fandangos de Huelva, con poca guitarra pero con mucho compás. Así toca Pablo, ni una nota extra, dedicado completamente al éxito del cante.
Terminaron con una bulería maravillosa, con Pablo tocando falsetas de Diego del Gastor y Eva cantando una letra cachonda de Niña de los Peines. Los dos se levantaron de sus sillas y terminaron el concierto de pie, la sala llena de un aire festivo, el público contento de haber acompañado a Eva un ratito en su camino luminoso.
@jakeshanemusic
(Jake Shanees cantautor y profesor de inglés y español nacido en Illinois)
Hola, amigos, el mundo se hunde. No quería ponerme apocalíptico a estas horas de la noche pero es lo que hay, lo dicen los telediarios, la batalla naval no da tregua y el naufragio ya no tiene remedio. Lo bueno es que todavía nos queda algún bote salvavidas para mantenernos a flote bajo el fuego de los cañones. Por ejemplo:
El tamaño de las cosas es un asunto espinoso sobre el que no debe frivolizarse. Este pensamiento filosófico me torró la cabeza este viernes (28 de julio, 2017) mientras admiraba yo el arte de Juan Habichuela Nieto en el Teatro Real. Sí, amigos, porque el tamaño de las cosas importa, y mucho. Por ejemplo,
El otro día (18 de julio, 2017) estuve en el Teatro Real viendo a Tomatito y a Michel Camilo. Fue una actuación absolutamente memorable, ahora les cuento, pero primero quería decir un par de cosillas que me están quemando un poco las tripas. Y es que el concierto se incluía en un festival muy marciano llamado Universal Music Festival, y si digo marciano es porque no sé si me atrevo a decir lamentable.
Esto va rápido, señores: 25 años ya sin nuestro Príncipe, nuestro gitano más universal, nuestro héroe del flamenco, nuestro gran icono yonqui. Da vértigo pensar dónde andaremos dentro de otros 25. Mejor no pensarlo. Y lo de icono yonqui, que no se me enfaden ustedes, no lo digo porque Camarón