Pablo San Nicasio Ramos

Podemos estar seguros los aficionados, sobre todo los jóvenes, que ninguna otra noticia reciente nos había impactado tanto como esta. Levantarse y que te roben al ídolo, a tu tótem icónico del flamenco sin anestesia, es lo más parecido a que te amputen y el verdugo salga corriendo, con una sonrisa en la boca. Con parte de tu cuerpo en su poder para siempre. Uno no sabe si ir tras él o mejor centrarse en cortar una hemorragia que, mucho nos tememos, durará y durará. Impotencia y desolación a partes iguales.

Paco de Lucía era la principal motivación para que muchos aficionados a esto lo fuesen, muchos cantaores y bailaores cantasen o bailaran y TODOS y cada uno de los guitarristas tocasen. No nos cabe duda.

Si Camarón era el ídolo de aspiraciones estéticas, Paco de Lucía era el que nos hacía, además de deleitarnos, exprimirnos la mollera para tratar de comprender una música que sólo él podía hacer avanzar. Lo demás eran juegos florales siempre con su aroma sobrevolando.

 No nos engañemos, el talento y el trabajo que se dieron en él a partes iguales no se han vuelto a repetir. Y mucho nos tememos que el erial en que se está convirtiendo esto del flamenco tardará en superarse. Mientras las dos o tres generaciones posteriores de guitarristas no se enteren de lo que se avecina y, sobre todo, les tocará asumir, la guitarra hoy por hoy no tiene más escape que la imitación y la asimilación de las lecciones que seguía impartiendo Paco de Lucía. Que, por cierto, florecerá de nuevo esta misma primavera en tono de copla.

 El shock inicial tiene que dar paso a una despedida acorde a su figura pero sobre todo deberá traducirse en una evaluación real de los daños. La guitarra no puede permitirse más tiempo una legión de imitadores, como sucedió con Camarón en su ausencia y viene sucediendo con Paco desde mucho antes.

 Pero, entonces y ahora ¡¿qué?! No sabemos, pero nos tememos lo peor. Es la respuesta más prudente.

Señalar sustitutos o sucesores a un rey que nunca tuvo rival, tan sólo complemento en Manolo Sanlúcar, se antoja complicado. Si durante medio siglo nadie se le acercó ¿Cómo vamos a encontrar ahora de repente un guitarrista que pueda suplir tamaña carestía? Manolo Sanlúcar se retiró hace un año. Con cierto asqueo por tantas cosas…y con razón. Las generaciones posteriores aportaron lo que pudieron, dentro de una comodísima inercia tras Paco, sabiendo que a él las púrpuras le motivaban. No le creaban complejos ni traumas existenciales. No le hacían huir hacia ninguna parte. Le enrabietaban, le ponían. Le hacían tocar más y más, no inventarse trabajo para otros ni elaborar atajos.

 Han salido grandes guitarristas después, indudablemente, pero más allá de su talento está el rol de elaborar discos únicos y asumir que en ellos se fijan los demás. Seguimos sin engañarnos, estaban muy cómodos a la sombra que más cobija. Ahora están con el culo al aire.

Habrá que centrarse en las generaciones ultimísimas, las de guitarristas nacidos en la transición al siglo XXI, los que apenas saben qué hizo este hombre cuando ellos no eran ni proyecto. Son los únicos que no tendrán complejos, no les importará el qué dirán, ni hará falta decirles que, hagan lo que hagan, Internet y los discos seguirán delatando a Paco como lo que fue, el más grande de la Historia.

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