En el Regio Real, una realidad inesperable, realizada.
Texto: Romualdo Molina
Fotografía: Javier del Real
Si Dolores Parrales, de Moguer, ganó la fabulosa gloria de ser nombrada el “Silverio Femenino” en los años iniciales del flamenco, podríamos apuntar hoy en justicia, que tras de las cumbres de época que fueron Pastora Pavón, “digna contraparte de Don Antonio Chacón”, y Carmen Linares, el “Morente Femenino”, la onubense Rocío Márquez ha atravesado los imposibles del tiempo para presentarse en la actualidad como la legítima sucesora de José Tejada, y alzar el estandarte del “Marchena Femenino”, defendiendo con éxito aquella forma única e insuperable de entender lo flamenco, que no tuvo par en su momento dorado.
Con eso puede afirmarse sin temeridad que La Márquez marca hoy territorio y lidera la última Edad de Oro que conoce el Género Flamenco, hasta la fecha: el primer tercio del siglo XXI.
Un golpe de autoridad irrefutable, de cara a la Historia, ha sido la impresión de su disco digital de 2014 “El Niño”, con registros en Morón y Barcelona, y producido por Faustino Núñez y Raúl Fernández. Entiéndase el Niño por el Niño de Marchena. 17 cortes en que lo menos bueno se inscribe en la alta calidad y la mayoría se eleva a las altas dudas de la perfección. (Y que conste que, al valorar, no me olvido ni de las letras, del espíritu ni de la armonía, que otros se ciñen en el cante a la rutina de un melos aprendido, y a un arranque de pasión que, muchas veces, es sólo ojana mercenaria).
Rocío Márquez. Mujer que, antes de estos días, ha asistido a clases de flamenco, piano y canto desde los nueve años; que en 2000 se trasladó a Sevilla, donde combinó sus estudios regulares con clases impartidas por maestros como Paco Taranto o José de la Tomasa en la Fundación Cristina Heeren. Desde 2008, cuando se graduó en Educación Musical por la Universidad de Sevilla, ha sido profesora en dicha Fundación, en el centro de Arte y Flamenco de Sevilla y en Flamenco Abierto, así como en la Universidad de Verano de El Escorial y en la Fundación Marañón y Ortega. Puede aceptarse que es uno de los profesionales más cultivados y preparados que hay hoy en el ambiente músical de España. Como cantaora, ha ganado concursos en Alhaurín de la Torre, Calasparra, Marchena, Mijas y Jumilla, y en 2008 se hizo con la Lámpara minera del Cante de las Minas, ganando la totalidad, de los premios. Todo ésto se lo ha ganado estudiando y trabajando, pero el instrumento musical que su biología le ha dado es un don sin parangón e impresionante; como Chacón diría “voz, voz y voz”. No se sabe de que asombrarse más uno, si ante su extensión, su poder, su afinación refinada, su fiato inagotable, su ritmo o su tesoro tímbrico. Aquí está la predestinación. Pero lo inolvidable es su capacidad comunicativa: dice y siente y vocaliza de un modo que conmueve al borde de las lágrimas.
¿He dicho algo?
El pasado sábado 28 de Febrero, día de Andalucía, Rocío Márquez presentó en persona en el Teatro Principal del Reino de España, esa nación cabeza de naciones, primera Iberia del Mundo, desde donde la Virgen de Los Remedios publicó al planeta que éste es redondo y se le puede dar la vuelta según testimonio personal de un vasco, Juan Sebastián Elcano, nación para quien quiera decirlo sin sonrojo “discutida y discutible”, cuyo himno real es una albada/fandango solar conservado desde la noche de los tiempos, y no una reciente y graciosa “pachanga” cubana (que se ha dicho) (!), como iba diciendo, Rocío, El “Marchena Femenino”, presentó un espectáculo de música, canto, baile y poesía española, sostenido por la cultura popular, nucleado en torno al alma musical de Federico García Lorca, con ecos delicados de La Argentinita, Lina Richarte y Carmen Linares, y un compás de Historia abierto desde el remoto ayer al día de mañana.
Si su disco El Niño es soberbio, su espectáculo en el templo de la Ópera es… ¿Cómo decirlo? Como decía Silverio Franconetti en su Café de la Calle Rosario cuando escuchaba embelesado a Chacón: ¡¡Qué barbaridad!!
En efecto hay que acordarse de Santa Bárbara. Como se anticipaba por el sereno en “La Verbena de la Paloma” : El truenu sera gordo, pero mui gordo, ¡¡Vaaaa!!
Desde que empieza con la exquisita milonga del cometa de Marchena, con una letra lorquina que habla de diamantes, hasta que termina portentosamente con la seguiriya de cambio del Sr. Manuel Molina, la cantaora nos lleva durante hora y tres cuartos en un viaje hispánico por la música, caminos y espacios, cargado de misterio y sutileza, que resume continentes, océanos, milenio y pedacitos de esta piel de toro, y carga en su andorga el saber musical del suelo, de las montañas, los ríos y la minas subterranéas. Nos mece con la petenera del germano en El Café de Chinitas, que se abandola insensible y felizmente a rondeñas en sus dos últimas cuartetas, y crea una terrible cantiña con ”La Reyerta”, llenándonos la boca seca de sabor a níquel. Están allí Pepe Habichuela en la gloria de su triunfo personal como mito y astro, y los palmeros Mellis (Manuel y Antonio Montes Saavedra) que parecen sintetizados por Cine en 3D, y Agustín Diassera con un solo de batería de jazz memorable que pone al público fuera de sí.
Un interludio de baile quintaesenciado del “Tango del Escribano” por la inspirada y condensada Leonor Leal, con el granadino, genial Miguel Angel Cortés a la sonanta y los Melli, le da un poco de reposo a La Márquez, antes de enfrentarse con la obra gigante de la función, a la que modestamente denomina “Proyecto Lorca” de Juan M. Jiménez.
A saber: un conjunto insólito que se afianza por derecho en el escenario del Real. Música quintaesenciada. Cuatro intérpretes. Voz: La Cantaora; teclado: Pedro G. Romero, un pianista con elementos añadidos de efectos sonoros; Antonio Moreno, un saxofonista a la melodía, en clave de jazz, que usa tenor y bajo; y Daniel B. Marente, un percusionista completo, que también emplea el vibráfono a lo Lionel Hampton e incluso el puro ritmo del palmeo sobre el cuerpo y el zapateado. Los secretos de la creación individual se desvelarán aquí con magia de alquimia. ¡Voilá! He aquí lo grandioso manifestado con la humildad más franciscana.
Tras jirones angélicos de música sacra, y la nana de las reverendas madres, “Polo del Contrabandista” de Manuel García, “El Vito”, “Anda, Jaleo”, de Canciones populares antiguas, Tarantas mineras, Suite II. Sones mineros de Asturias con referencia a Santa Bárbara. Alalás y alboradas antiguas gallegas, “Asturias” de Albéniz… Hasta ahí. Espacio musical inolvidable ese tal Proyecto Lorca, que va a representarse pronto en Londres y pasmará al Mundo.
Interludio por alegrías por Leonor Leal y Cortés, con la bailaora de “hombre”.
Vuelve Rocío, con Cortés, para alucinarnos con el zéjel “Las morillas de Jaén” transfundido a soleares, donde tal vez tocaron el cielo con la yema de los dedos. El Non Plvs. Y era el momento de juguetear un poco. Sabia decisión: nos trajo a la infancia con el romance de «Los Peregrinitos», con Arcángel de invitado, los dos de pie, fantaseando en dúos e improvisaciones, para luego meter con gracia inimitable, los dos, por fandangos de Huelva el tema de “Los Cuatro Muleros”. Era como soñar.
Y lo ya dicho: acabar por seguiriyas, a compás, con el poema de la Canción muerta y el citado cambio del Sr. Molina ligado y prolongado hasta lo imposible.
No hubo bises ni propinas. Todo era totalmente serio y justo. El Lleno absoluto, el exito apoteótico.
Decía la Niña de Los Peines de Marchena, “ese gachesito es armíba”. Dice Rocío: “Pepe Marchena no se planteaba si una cosa era o no flamenco, simplemente dejaba que saliera y lo que quedaba es lo que a él le servía”. Una vez, yo, acorralado cara al público, con la Torre de Don Fadrique a mis espaldas, acepté una transaccional: “Está bien, el Niño Ricardo no sabía música (que por eso la SGAE no le pagaba sus derechos). Pero Él era La Música«. Con un aplauso cerrado el público sevillano me dió la razón del corazón, que tiene razones que el cerebro no conoce. Yo creo que Pepe Marchena no sabía flamenco, que Él era El Flamenco.
Naturalmente, Rocío Márquez, El Marchena Femenino, tal vez la cabeza mejor amueblada de toda la Flamencofilia de hoy, piensa igual: no se plantea si una cosa es o no flamenco, simplemente deja que salga aquella miel de que está llena, y se queda y nos da lo que a ella le sirve.
Démosle las gracias.