NASÍO PA TOCÁ

Pablo San Nicasio Ramos

Íbamos todos en procesión, en peregrinación a la Caracol, otra romería más. Han sido días de vino y guitarra en Madrid. Después del megaconcierto nueve días antes de Vicente Amigo en el Teatro de la Zarzuela y del estreno del documental sobre Paco de Lucía, la afición ya iba embalada. Quedaba rematar con Juan Habichuela Nieto. Sabíamos quién manda actualmente en el toque y quien mandó y reinará por los siglos de los siglos. Pero tocaba ver en directo a la cantera.

Juan Habichuela Nieto lo tiene todo para ser la guía en el toque flamenco de su generación. Lo situamos en la siguiente a los Morao, Morón, León y Rey. Que es mucho separar, porque realmente tampoco son tan lejanos en edad, pero se trata de diferenciar a los que ya tienen cierto recorrido con los que lo acaban de iniciar. Así que a Juan lo pondremos en el escalón siguiente. Y además entre los que, ojo nunca se sabe, se tirarán la mayor parte de su vida tocando el flamenco “de toda la vida”. Intuimos que puede ser así. Tocaor que gusta de acompañar a figuras, promesas y aficionados compaginándolo con el toque de concierto. Morente tenía buen ojo.

Corrillos de flamencos, algún famosete, otros menos famosos aún, incluso alguna duquesa entre el público… Sala Caracol sin apreturas pero con ambiente para ver la puesta de largo de “Mi Alma a Solas”, ópera prima del nietísimo de los Habichuela que en realidad es una bala de fogueo. Porque sabemos, que lo sabemos, que Juan tenía otra cosa en las manos y en la cabeza. Y que además llegará. Ese disco de guitarra sola, desnuda (desnuda es en pelotas, sin pixelar) que realmente le pondrá en el sitio que le corresponde.

Hasta que llegue y le dejen las discográficas nos tendremos que conformar con verle en directo hacer de las suyas.

Del puñado de temas que sacó al ruedo de la Caracol nos quedamos con cuatro. La taranta del inicio, la soleá, sevillanas y las bulerías. Los cuatro toques solistas, en resumen. Cuatro auténticos monumentos de técnica, falsetones y discurso. Barroco y potente, de pulsación agresiva, de apretar los dientes, de sorpresa y de melodía. Además no se abusa de la armonía de última generación. Hay que verlo.

El resto fue grupal, otra cosa. Otro mundo pero, dado el rigor que impone la industria actual, se hacía imprescindible en el recital. Lo entendemos pero no lo terminamos de compartir.

No apareció Josemi por el escenario, aunque estaba en los carteles; y el “Negri” subió a cantiñear la rumba del final, esa que tiene melodía y se puede silbar a los dos días porque te acuerdas. Algo que sólo me sucede con temas de Diego del Morao y José Manuel León, de los de ahora. No hubo más. Cortísimo y sin bises. Un “interruptus” en toda regla. Pero aún así impresionados por su tremenda flamencura y gloriosas manos. Ha nacido para esto y no se hable más.

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