“LO IMPORTANTE ES TENER UN SELLO PROPIO, PERSONALIDAD EN EL CANTE”
Quedamos en la Academia “Preludio”, donde muchas veces ensaya junto a sus guitarristas, con Jesús Matías Solano, «Jesús Chozas». Cantaor madrileño que puede y debe contarnos muchas cosas sobre las más que interesantes épocas del flamenco y la canción española que le han tocado vivir. Hasta tres diferentes. Uno de los mejores cantaores de España, pese a quien pese, su hoja de servicios está ahí, se pone a disposición de los chalaos para contar impresiones no siempre optimistas.
Texto: Pablo San Nicasio Ramos @pablosannicasio
Fotografías: Javier Arroyo
Eres una persona que ha conocido dos y hasta tres épocas diferentes del flamenco y la canción española. En lo artístico y humano, y sin ser mitómano. Has salido y has vuelto a ellas. Pero antes de nada, hablemos de tus orígenes.
“Madrileño sin antecedentes flamencos. Mi madre cantaba, y muy bien, pero no se dedicó profesionalmente. Eran otros tiempos. Ellos, desde Madrid, se fueron a Toledo a vivir y yo les acompañé. Luego volverían pero yo me quedé algunos años más por la Mancha”.
¿Y cuándo te decidiste?
“Fue en una boda, ceo que fui con mi padre. Y ya sabes, el típico que dice: oye por qué no sale el niño de la Sagrario, a cantar…que canta muy bien y tal… y en aquel momento se llevaba Antonio Molina, en lo que se refiere a canción española. Era la máxima figura. Y canté “El Agua del Avellano”. Bueno, pues ya rodando rodando entré en “Los Chavalitos de España”. Yo tendría unos catorce o quince años. Eran montajes en la costa española. De ahí fue mi paso a una oportunidad que se daba a jóvenes, en el teatro Madrid. Que, por cierto, me da una pena cada vez que paso delante… está abandonado. En aquellos años íbamos con gente de segunda o tercera fila. Y se llevaba la canción española, la opereta”.
Pero yo tengo entendido que Porrina te apadrinó en algún momento, en el Price
“Coincidió con la formación de una compañía llamada “Paso a la Juventud”, nuevos valores que en ese momento había en España, sobre todo en Madrid, que era la capital del arte. Se formó un grupo de ocho o diez chavales y se nos emparejó a cada uno con una figura que también actuaba en montajes del mismo empresario. Me acuerdo por ejemplo de que el cantaor “El Yunque” se apodaba “Morenito de Madrid” en aquella época. Estaban Molina, Farina, Porrina, y a mí me tocó Porrina”.
Figurones totales pero que los flamencos de ahora no ven como flamenco puro
“Eran buenos flamencos. Qué vamos a decir de ellos. Monstruos, pero ¿qué sucede? Que en aquella época, como sucedió con Valderrama, cantaor enciclopédico, había que sobrevivir, ganar dinero. Y la gente iba por la canción. Por la opereta, por la copla y menos por el flamenco. El cante jondo puro se movía en los tablaos. En Arco de Cuchilleros, Cuevas de Nemesio, Zambra… pero ellos han quedado para la historia. Ellos lo que hacían era sobre todo fandangos, que los hacían personales. Repito, se trataba de llenar los teatros y las plazas de toros. Desde luego soleares y seguiriyas poco, pero ellos sabían hacerlo y fenomenalmente bien. A Porrina sí le he escuchado cantar por ahí, y lo mismo, un monstruo. Y además y sobre todo, llenaban los teatros.
Los de ahora no llenan tanto, yo creo; y no tienen un sello propio como tenían cada uno de ellos. Los reconocías estupendamente bien, a la primera. La Niña de la Puebla, Niña de los Peines, Farina…. Hoy tienen todos una voz muy parecida salvo cantaores con sello propio como Carmen Linares, Menese…”
“En aquella época, como sucedió con Valderrama, cantaor enciclopédico, había que sobrevivir, ganar dinero. Y la gente iba por la canción. Por la opereta, por la copla y menos por el flamenco”
Tu hoja de servicios incluye nombres como Niña de la Puebla, Niña de Antequera, Valderrama…. ¿Qué tenían en común?
“En aquella época todos eran compañeros. Eran amigos, se tomaban sus vinos, charlaban de sus trabajos. Hacían piña si había que echar una mano a alguien, que si fulanito le pasa esto o aquello. Eran gente que venían de abajo, en toda la problemática del cante. Esos viajes, esos problemas, las fatigas…todos venían de ahí. Luego cada uno ponía lo suyo y querían ser más que el otro, pero cuando se terminaba un espectáculo eran tan amigos. También es verdad que iban juntos porque así llenaban”.
¿Y qué pasó en el año 1971 para hacerte funcionario del estado?
“En el tema del flamenco, arte de minorías, la vida era francamente dura. Hoy en día tú vas a un programa de la tele, pegas un pelotazo y de la noche a la mañana eres una figura. ¡¡Así, como suena!! Y llenas los teatros. Asombroso. Antes las “tournés” eran de setecientos kilómetros entre concierto y concierto. Hoy haces dos funciones en Sevilla y mañana a La Coruña. Yo tenía una mantita con una almohada que mi madre me había hecho para esos viajes. Y los viajes, los autocares, las carreteras… y llegar… y cantar, SIN MICRÓFONO el cincuenta por ciento de las veces. Que, ojo, al final eso me vino muy bien para poder modular mi voz y saber cuáles eran mis resonadores. Yo he estado con la Niña de Antequera y Valderrama, en la plaza de toros de Valencia, casi nada de grande que es ese sitio, cantando sin micrófono. Eso sí, la gente callada.
Hoy es diferente, y no se valora eso de que se hace camino al andar. Entonces, si a los treinta y cinco años no eres una figura, no ganas dinero, retírate. Porque la gente te puede decir que cantas muy bien, pero rápidamente te pones en cincuenta años, y se te echa todo encima. Y luego andas viejo, pateando todo de arriba a abajo.
Así que en el año setenta y uno, a través de un amiguete del Ministerio de Comercio que me dijo que saldrían plazas, me puse a estudiar, aprobé la oposición y bueno, estaba recién casado, tenía chavales, una familia… y me olvidé del flamenco”.
“Las “tournés” eran de setecientos kilómetros entre concierto y concierto. Hoy haces dos funciones en Sevilla y mañana a La Coruña. Yo tenía una mantita con una almohada que mi madre me había hecho para esos viajes. Y los viajes, los autocares, las carreteras… y llegar… y cantar, SIN MICRÓFONO el cincuenta por ciento de las veces”
Pero en el año noventa y seis….
“Tenía yo cincuenta y cinco años o así. A través de un amigo, guitarrista, Rafael Andújar, me dijo que fuera a cantar en el festival de una escuela de baile. Yo no quería, la verdad, llevaba mucho sin cantar. Pero bueno, canté y Rafael me dijo que me veía bien, así que me propuso ir a La Unión, al festival del Cante de las Minas. Todo esto sin yo estar jubilado. Hicimos un primer intento un poco para probar, y años después me llevé los premios de Taranta, Cartagenera y Levantica. Luego fui a Córdoba, Jumilla, Lorca, Lo Ferro…y muy bien”.
Vuelves arrasando ¿No te preguntaste lo que hubiera pasado si no te retiras?
“Sí, efectivamente, lo pensé, pero eso era una moneda. Y quizá el mundo del teatro me hubiera apartado de otras cosas. La familia,… hubiera sido complejo”.
Te presentas ya maduro a concursos con chavales ¿Y qué veías?
“Yo pensaba que llevaba treinta años sin cantar y me daba un poco de reparo por ver el nivel que me encontraría. Pero la verdad es que me di cuenta de que estaba en el mismo sitio. No había evolucionado. Todo se había quedado en los niveles de Porrina, Sevillano… sólo se había cambiado por la parte de la estética de Camarón. El baile y el toque sí, han evolucionado mucho más. Pero el cante… salvo las figuras concretas que te dije antes, Menese, Carmen Linares, Morente por supuesto… el resto, siendo buenos cantaores, son un nivel bastante homogéneo. Además fíjate, se murió Camarón y la gente joven dejó de ir. Volvió el flamenco a ser un espectáculo para públicos de sesenta, sesenta y cinco años. No veo ahora juventud en el flamenco. Y vuelvo a lo de antes, falta el sello del artista”.
Y ¿ese sello pasa por crear, por mejorar lo que hay…?
“El metal de la voz es muy importante. Y también en ansia de renovación. Morente era un renovador pero conocía perfectamente los cantes de Marchena, de Mairena, del otro, del de más allá… hoy en día esos cantaores y otros como el Niño de las Moras, el Mochuelo, Manolo el Malagueño… son olvidados totalmente. Fijate Platero de Alcalá…todavía no me explico cómo no fue una figura total y sin embargo hoy nadie se acuerda lo más mínimo de él”.
“Mucha gente va a una peña a escuchar cuplés, a tomarse el whisky… y te preguntan qué has hecho porque ni les suena. Hoy en día lo normal es cantar todos el mismo cante, la misma variante… y eso limita mucho el conocimiento del flamenco”
El otro día te oí cantar unas letras de Antonio el Sevillano. Yo qué sé cuántos cantaores de ahora sabrán quién era ni lo que hizo ese hombre
“Son voces en desuso, incluso para muchos ni suenan flamencas. Pero no saben lo que se están perdiendo, porque son huecos que nadie ha vuelto a rellenar”.
Entonces ahora hay imitadores, atletas…
“Un poco voceros, diría yo”.
¿Y el público es entendido?
“Tengo mis dudas. En una peña en Andalucía, no te diré el sitio, pero sí te contaré esta anécdota. Canto por guajiras y va y se me acerca uno y me dice Vaya colombiana has cantado. Me quedé de piedra. Y no digo que todo sea igual, pero te encuentras algunas cosas que te dan que pensar. Mucha gente va a una peña a escuchar cuplés, a tomarse el whisky… y te preguntan qué has hecho porque ni les suena. Hoy en día lo normal es cantar todos el mismo cante, la misma variante… y eso limita mucho el conocimiento del flamenco”.
¿Qué hubiera pasado si hubieras sido andaluz? ¿Te habrías retirado?
“Pues posiblemente no. Quizá hubiera sido de otra manera. No digo con esto que hubiera sido mejor, pero sí es verdad que allí la filosofía del arte, de la vida dedicada al cante se lleva de otra manera”.
¿Y tu familia? ¿Continúa con el amor por el flamenco?
“Nada, ni mi nieto. Respetan el flamenco pero no se meten en ello. Mi nieto le dice a mi mujer que ni mente el flamenco que luego yo le doy la brasa con ello para que escuche un poco… (Risas) fíjate ya…”
La gente tiene prejuicios con el flamenco, quizá hoy más que antes
“Yo cuando era niño y trabajaba con esas figuras…les veía salir impolutos al escenario. Brillantes, limpios… No sé, puede ser una impresión mía, pero a aquellos artistas daba gusto verles actuar. Hoy algunas veces ves barro en los zapatos de los artistas. El porte, la categoría, la imagen en un escenario es muy importante. Es que el público se arregla para verte, pues tú no puedes ir a tocar o cantar con zapatillas deportivas. Y al público se le debe dar otra cosa, es más, cuanto más pequeño sea el teatro y más cerca estés del público. Y a partir de ahí el público puede especular, tiene margen para hablar mal de un artista que puede haberle causado, de entrada, mala sensación”.