Buenas noches, señor Tomatito
Tomatito es lo que los melancólicos incorregibles diríamos una leyenda viva de la guitarra flamenca y, como suele ocurrir con las grandes leyendas vivas, su narración tiene mucho más pasado que futuro. Y no digo que a Tomatito no le quede futuro, digo que su pasado tiene tantísimo peso en la Historia de la guitarra flamenca que el futuro difícilmente lo podrá igualar, pero nunca se sabe.
Si a día de hoy hiciésemos una encuesta entre la gente de la calle, su nombre, sin duda, sería todavía uno de los más repetidos, junto al de Paco de Lucía, que seguramente sea la gran leyenda universal. Yo, sin embargo, soy por encima de todos de Vicente Amigo, que además de guitarrista parece que sigue empeñado en ser cantaor parodia, pero sus fans le perdonamos cualquier tontada que se le ocurra. O sea: mientras que para mí Vicente Amigo es pura magia y podría pasarme toda la vida escuchando exclusivamente su música, Paco de Lucía es un genio descomunal, extraterrestre, nadie lo niega, pero yo a los diez minutos ya estoy saturado, y de Tomatito opino que es un tostonazo tremendo.
Digo esto porque me parece que los aficionados a la guitarra flamenca son gente muy propensa a estar constantemente juzgándolo todo y juzgándose unos a otros y fomentando rivalidades y cosas y, en ese sentido, bueno, yo no es que sea un gran aficionado, pero quería posicionarme de entrada para que así ustedes, si lo consideran oportuno, puedan relativizar de manera adecuada mis palabras y comprender de qué pie cojeo.
Ahora bien, que yo no sea un fan acérrimo de Tomatito no significa que cuestione su condición de gran leyenda viva. En absoluto. A Tomatito nadie le ha regalado nada, y es tan leyenda que hasta salía él solito —sin Camarón de la Isla, me refiero— en la novela Historias del Kronen, de José Ángel Mañas, haciendo de telonero de Elton John en la plaza de toros de Las Ventas. Y que a mí Tomatito me parezca un tostonazo tremendo tampoco implica necesariamente que no pueda admirar su arte y su talento en un momento dado. O, ¿qué pasa?, ¿es que acaso está prohibido admirar a los tostones? Pues entonces. Aquí cada uno se divierte o se aburre como mejor le parece.
De modo que si me invitan a los Jardines de Sabatini a ver una actuación de la leyenda Tomatito, pues igual al principio me lo pienso un poco, pero luego decido que hay que estar siempre dispuesto a formar parte de la Historia, aunque sólo sea como público. Y hoy no me arrepiento de haber tomado la decisión correcta. Tomatito nos ha regalado un conciertazo generosísimo de casi dos horas que se nos han pasado sin darnos cuenta y estoy por decir que lo de tostonazo tremendo no es más que un cúmulo de prejuicios infundados que sólo responde a mi propia ignorancia.
Luego está su filosofía de la sobriedad a la hora de hablar, llevo vistos ya unos cuantos conciertos de Tomatito y sabía de antemano que es un guitarrista que habla poco o nada en el escenario, el tío se limita a tocar. Hablar no es malo, Tomate. Hoy no nos ha dado ni las buenas noches al gentío que abarrotábamos las gradas portátiles de los Jardines de Sabatini. Las únicas palabras que han salido de su boca han sido: «Ole, Paloma, ole», dedicadas a la pedazo de bailaora que se ha traído con él, y luego los nombres de los demás miembros de su banda: tres cantaores, el de la percusión, que por lo visto es muy conocido en el mundillo, un pavo muy sobreactuado con un teclado, otro al bajo y el guitarrista de acompañamiento. Yo pensaba que le iba a brindar el concierto a su tío, el también guitarrista Niño Miguel, recientemente fallecido, pero supongo que ya habrá tenido ocasión de hacerlo en algún concierto anterior. Ahora que lo pienso, creo que nunca he visto a Tomatito dedicar un concierto, igual es por ahorrar palabras.
En fin, el colega Tomatito conserva un físico imponente para la edad que va teniendo ya (José Fernández Torres, Almería, 1958). Se conoce que en el sorteo de la lotería genética le tocó una herencia robusta, al contrario que le pasó a Camarón de la Isla, que era como Kurt Cobain pero en gitano y con la cajetilla de Winston a modo de escopeta. Me estoy imaginando lo que tiene que ser recibir una colleja de una de esas manos de leyenda viva de la guitarra flamenca: «Conque un tostonazo tremendo, ¿eh, cacho capullo? ¡Zasca!» Porque, además, en el barrio de Pescadería los gitanos son campeones mundiales en el arte de dar collejas y hay que tener cuidado con lo que va uno escribiendo por ahí. Bueno, Tomate, en Carabanchel también hay unos cuantos gitanos y somos subcampeones.
Y por aportar alguna información un poco más técnica de lo que ha sido el concierto en sí, me gustaría añadir que Paloma Fantova, la bailaora gitanita guapísima que se ha encargado de poner el contrapunto libidinoso a la función, es lo más bonito que han visto estos ojos en lo que va de verano, y mira que llevo vistas cosas bonitas. Creo que sería capaz de tragarme un concierto de Tomatito todas las noches que me quedan por delante de aquí hasta que termine el año si supiera que Paloma Fantova iba a echarse unas patadas como las de hoy. Paloma Fantova: este verano será inolvidable gracias a ti.
Germán San Nicasio, escritor.