Texto: Pablo San Nicasio

Manchego de Tomelloso, la formación guitarrística de José Almarcha se vincula en gran medida a la sabiduría tocaora de su paisano, el maestro Óscar Herrero, a la sazón también compañero en la edición y publicación de este “Vejezate”, su primer trabajo discográfico.

Es decir, estamos ante un nuevo favor, apuesta, gesto de compañerismo, llámenlo como quieran, de Óscar Herrero y su sello para con la guitarra. Hemos perdido la cuenta.

Disco donde se observa a un guitarrista de formación completísima, técnica depurada, oficio bien adquirido gracias sobre todo a su gran experiencia sobre las tablas, principalmente en materia de acompañamiento, fundamental; y descaro total y absoluto.

Comienza “Vejezate” con la rondeña “Chafarrote”, intensa y no exenta de riesgos. Técnicamente generosa. Potente trémolo y notable soniquete. Se rodea nada menos que de los pies de Antonio Canales. Pero es que también lleva a sus amigos del alma, los estupendos flamencos Roberto Vozmediano en las percusiones y las palmas de Rafael Peral,  Roberto Lorente y Pedro Obregón, cantaores estos dos últimos que aparecerán en todo el disco.

“Calle de la Concordia”  lleva por alegrías de nuevo una mezcla de intensas texturas guitarrísticas. José Almarcha, cuando te lo cruzas y hablas un rato con él, te infunde tranquilidad. Es un tipo afable y casi “pachorra”. Es una sensación rara, sobre todo tras escuchar su música, tremendamente intensa y que no da tregua. Al equipo anterior se une el violín de Víctor Guadiana. Todos compañeros de fatigas y colaboradores en proyectos flamencos, sobre todo para el baile.

 “La Bajadilla” lleva por soleá un recuerdo, quizá, al más insigne vecino que tuvo el barrio homónimo de Algeciras. Ese inicio de trémolo a los “frikis” de esto nos lleva a las cuestas de la calle natal de un guitarrista que no hace mucho nos dejó. Y el cumbus de Pedro Medina recuerda a “Luzía”, ese disco con el que seguramente también creció José.

La rumba “Tara Motilor” es, además de muy “rumba”, muy de los dosmil, de la estética de las últimas hornadas de los jóvenes flamencos, una muestra de combo casi orquestal en número: piano, tres, bajo, batería, congas, cajón… además de los elementos propios del grupo “ortodoxo” del flamenco.

“Queda el Recuerdo” es la otra cara. Porque José Almarcha no quiere sólo presumir de colegas y grupo. Como pasaba en la soleá y culminará en la granaína, el manchego lleva la minera a unos recovecos que nos recuerdan a Vicente Amigo. De nuevo toque donde sobresale un gran exponente del trémolo moderno, técnica que José domina y modula. Ese gusto por una seña de la identidad guitarrística es digno de alabar.

“El Serijo” es una balada, que podríamos encuadrar en ese género-estilo aflamencado que inauguró allá por los dosmiles el Amigo Vicente. José Almarcha se suma a una corriente que domina desde hace tiempo. No en balde su formación en Córdoba tuvo en este tipo de formaciones toda una asignatura, y eso se nota.

“Paseo de las Moreras” se abre con la voz de Eva Durán y lo que sigue a continuación es un mano a mano entre Óscar Herrero y José Almarcha, maestro-discípulo aventajado, duelo amistoso entre dos fenómenos en el que la guitarra y las bulerías salen ganando. Quizá es el tema en el que el bajo, esta vez de Jesús Bachiller “Bachy”, tiene un mayor protagonismo. Toque con soniquete, más reposado de lo que cabría esperar tal y como va este frenético (con conocimiento) primer trabajo de Almarcha.

Celebramos especialmente la granaína solista como inclusión postrera del disco. Toque casi olvidado por los solistas actuales, José Almarcha consigue la cumbre de su trabajo con novedades melódicas para un toque “trillado” en pocas fórmulas hasta la fecha. Guitarra desnuda y tremendamente compleja. Sin duda lo más novedoso y también flamenco de un notable disco de debut. Estilo que de nuevo se nutre de su solvente picado y sus variados recursos melódicos con o sin trémolo.

Enhorabuena a un guitarrista que comienza carrera en solitario, que nos muestra una estupenda tarjeta de visita y al que deseamos el mayor de los éxitos. Que sus logros no mermen una afición que, nos consta, tiene buenas mimbres.

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