Testigos y devotos

Por Pablo San Nicasio Ramos

@pablosannicasio

Fotografía: Archivo Chalaura

Mayte Martín procura no dar pasos en falso. Así como otros artistas del flamenco han sustanciado sus carreras en la creación y publicación de trabajos de forma continuada y casi febril, aumentando las posibilidades de error al dar rienda suelta a sus más inmediatas necesidades, las de Mayte Martín pasan por una cuarentena en la que reposan y, si consiguen sobrevivir, toman cuerpo en forma de proyecto que, por cierto, puede o no ser flamenco.

Así que suponíamos que “Al Flamenco por Testigo” tenía horas de cocción y meditación antes de plantarse en el Auditorio Nacional. El día del estreno confirmamos todas nuestras sospechas.

Nada hay en este espectáculo que no se note ensayado y requeteminuciosamente hilvanado. Siempre con el sello de la casa, pero esta vez con mucho más aire fresco.

De entrada, el equipo de trabajo de Mayte se ha renovado en su medular, con dos guitarras de fina estampa. La flamenca de “Salvi” y la ecléctica, de las que le gustan mucho a la cantaora, del joven Pau Figueras. A ellos se une la percusión de Chico Fargas, un músico cuyo cometido no tiene nada que ver con el aporreo y fuegos artificiales tan común en la percusión actual. Este “pirata” no es una claqueta de ayuda y el cajón ni se menciona.

Además, y al contrario de espectáculos anteriores, la temperatura sube nada más arrancar. La versión de “Rosa Cautiva” con música de Gabriel Fauré es potente para todos desde el inicio. Toda una revolución en una cantaora que solía ir poco a poco y que ha logrado una pieza que está para grabar de inmediato. Será un clásico en su repertorio.

La parte central del espectáculo lleva los derroteros de recital al uso en cuanto al repertorio: fandangos, tientos-tangos, soleá y bulerías. Claro que estamos hablando de un espacio de más de una hora con ello. Así que la antología de variantes de cada uno de los estilos es muy notable.

Siempre fue una gran fandanguera y aficionada a este cante Mayte Martín. Y si frecuentemente gusta de hacer un recorrido geográfico por la provincia de Huelva, la noche del domingo prefirió acordarse de capitanes generales del tipo de Macandé, Porrina o un cante final de Carbonerillo en el que siguió exprimiéndose como hacía tiempo no la veíamos.

El público entregado, llenando una sala sinfónica que pone a prueba la flamencura de cualquier espectáculo, pero también incordiando a una Mayte locuaz que hizo de tripas corazón cuando los ansiosos se ponían pesados.

Y los cierres. No gustó Mayte de hacer los “chimpunes” excesivos, al contrario. Y consiguió sorprender. Hasta por soleá, momento más delicado dado el gran metraje de su oferta y que remontó al final con valentía.

Es inteligente Mayte Martín. Sabe que su quehacer por bulerías no está trufado de lo que ella llama “la víscera” y entronca más con Marchena y Valderrama que con el barrio de Santiago, por eso creció tanto en cuanto pasó al modo menor y el cuplé se apoderó de su garganta. Fue un gran climax del que ya no se bajó nadie.

Su oferta final fue un homenaje al levante flamenco. Granaínas variadas, malagueñas a compás y ensalada de cantes taranteros en una sola pieza, en la que el engranaje de los guitarristas y sus cambios de tono funcionaron a la perfección y se consiguió mantener la tensión hasta el final. Cuidado y conseguido homenaje a esos estilos que descubrieron hace casi treinta años ya a esta voz única. Y final melódico de nuevo con la música de Faure. Como en su “Al cantar a Manuel” el ciclo se cierra como comenzó.

La concurrencia pidió más y fue un homenaje a Yupanqui donde Pau Figueras demostró un tino especial con la sonanta y en el que Mayte se consagró de nuevo como nuestra vocalista de culto. No es que abarque mucho, es que aprieta en más sitios que nadie.

@pablosannicasio


Mayte Martín: Cante. Pau Figueras y Salvador Gutiérrez: guitarras. Chico Fargas: Percusiones

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