QUERIDOS HERMANOS
Texto: Pablo San Nicasio Ramos
A veces la sangre une por capricho a seres antagónicos. Las cartillas, partidas bautismales y censos pueden decir misa, pero la realidad es que luego, ser hermanos es ya otra cosa. Va más allá.
José María Gallardo del Rey había conocido el talento de Miguel Ángel Cortés cuando éste era un adolescente. Aún no había salido prácticamente de su Granada natal. El Sacromonte era aún su escuela. No había conocido la realidad de los concursos de guitarra, ni había acompañado aún, por ejemplo, a Carmen Linares. No conocía “Mundo”, pero se adivinaba lo que había ahí.
Tampoco José María Gallardo había llegado aún a lo más alto. Estaba en ello. Eran años de crecimiento en el clásico, de arrasar en concursos y empezar a codearse con los grandes del género. Años también en los que compartía horas de estudio y ensayo con Paco de Lucía. Con el “Aranjuez” como reto. Quedaban por llegar sus dúos con otros “hermanos” flamencos: Cañizares, Riqueni…y cantaores, bailaores… la lista ya la quisieran muchos del mismo flamenco.
Y es que José María lleva tendiendo puentes con el arte andaluz toda la vida, casi desde el mismo día en que le dijeron que “con los flamencos nada de nada, no sea que se te contamine la técnica”. Más aún desde que el destino le puso en suerte al gran Félix Grande y el sevillano se erigió como gran cirujano. El bálsamo que ha ido curando y cerrando las heridas que esa “guerra civil” que tan bien definió el poeta manchego, había dejado en la familia guitarrística española.
Los años han pasado y los callos de las manos y las vidas de José María y Miguel Ángel se han encontrado y se han puesto de nuevo al servicio de la guitarra patria. La de las dos caras de la misma moneda.
Y ahí está “Lo Cortés no quita lo Gallardo”. La prueba más sublime de que se puede ser feliz siendo guitarrista clásico y flamenco. Es posible salir a un escenario a competir en dúo por ver quién de los dos se llena más tocando la guitarra. E incluso se puede empatar.
El coquetísimo e histórico escenario del Coliseo de Carlos III en El Escorial fue testigo del estreno en Madrid de un espectáculo que no llega al año de vida y que acaba de cerrar la grabación de lo que promete ser un disco mayúsculo. Delicatessen guitarrística para paladares exigentes y públicos con ganas de buscar músicos que no sufran crisis existenciales para decir dos notas o poner un acorde que no conocen.
Aquí encontramos sonidos contrastantes pero que no se estorban, contrapunto estricto sin partitura, melodías puras para que los jóvenes dejen de enlazar acordes exóticos sin rumbo y una química contagiosa entre dos virtuosos del toque. En resumidas cuentas, alegría de ser guitarristas y de los demás por poder disfrutarlo.
Si todo el conjunto brilló a gran altura se puede decir que, al menos, en el conjunto de las creaciones hay un puñado de obras maestras que necesitaremos desmenuzar bien en los años sucesivos: La bulería Portola Sicomoro, la estremecedora versión de Amargura de Manuel Font de Anta (tenéis ganado el Cielo), el Sueño de un Torero y la extraordinaria versión de la ya mítica Obertura de Silverio.
A esto se añadieron guajiras, tarantas, fantasías por soleá por bulerías, tangos… imposible de extenderse sin que esta crónica pase a ser un interminable folletín friki de un entusiasta que ha vuelto a ilusionarse con la guitarra.
Porque todo esto es, en realidad, una de las mejores noticias para la guitarra flamenca y para la clásica. Ambos maestros, individualmente eran ya una buena nueva, un oasis. Pero además, en estos tiempos de dudas en los dos gremios, el hecho de juntar a dos verdaderos puntales de cada disciplina y poner lo mejor de ellos en un escenario y un estudio de grabación les hace ganarse la santidad por la cantidad de información que van a arrojar a sus compañeros. En lo musical, en lo humano, en lo filosófico. Amén queridos hermanos.
San Lorenzo del Escorial 20-6-2015
Estuve allí. La suerte de disfrutar de este concierto ya es un premio gordo. Además del predicamento y elevación a los altares que hace Pablo de estos dos Maestros de la guitarra española, y además de esa competencia leal de un dúo exquisito, yo quiero destacar el respeto mutuo de cada guitarra. Nunca se echan en cara una técnica u otra, en ningún momento percibí intención de ser más una que otra…. ¡Todo lo contrario! Todo el concierto fue sentimiento de la «guitarra española» donde sumaron y nunca restaron los toques flamencos y clásicos. Todo un ejemplo a seguir.