El jefe se llama Juan Habichuela Nieto

 

Hola, amigos, el mundo se hunde. No quería ponerme apocalíptico a estas horas de la noche pero es lo que hay, lo dicen los telediarios, la batalla naval no da tregua y el naufragio ya no tiene remedio. Lo bueno es que todavía nos queda algún bote salvavidas para mantenernos a flote bajo el fuego de los cañones. Por ejemplo: la guitarra de Juan Habichuela Nieto, que es un bote salvavidas tan insumergible como el que más y tan grande que cabe el mundo entero. El sábado pasado, 30 de octubre (2017), estuve en el concierto que el benjamín de los Habichuela ofreció en el Café Berlín para presentar su segundo trabajo discográfico, Sentimientos de mi ser, y aquello sí que fueron cañonazos de los buenos. Cinco cañones en cada mano tiene Juan Habichuela Nieto. De modo que esta reseña musical va dedicada a todas aquellas gentes que, bien por obcecación deliberada, bien sin comerlo ni beberlo, se encuentran en estos momentos braceando a la deriva con el agua al cuello. Vale ya, hombre, déjense de batallas absurdas y súbanse al bote salvavidas de Juan Habichuela Nieto, verán que no es tan difícil ir todos juntos en el mismo barco.

La función contó con una presentadora de categoría: la artista de variedades Aguasantas Vilches. Y muy bien, oye. La chavala sacó al escenario un traje sastre color azul cobalto con rayas blancas que le daba a su belleza natural un aire de gracia y desenvoltura como para monopolizar ella sola el protagonismo de todo un documental de cebras. Y allí estaba yo, en primera fila, al acecho como un leopardo, salivando. La alocución fue breve pero convincente, y el Café Berlín estalló en una gran ovación para recibir a Juan Habichuela Nieto.

Camisa blanca sin remangar, chaleco negro, pantalones negros y calzado de gala, el clásico gesto de cortesía para corresponder a los aplausos y la artillería empezó a descargar a discreción. La rondeña para arrancar, unos tanguillos dedicados a Rafael de Paula y Curro Romero, el bolero que da título al disco, la rumba a Paco de Lucía… No sé cuánto llegó a durar el bombardeo, a este modesto reseñista que les habla se le fue por completo la noción del tiempo y de los naufragios, y en cuanto a la tropa de músicos que pasaron por el escenario, sólo fui capaz de quedarme con dos nombres: Piraña, encargado de la percusión, y Kiki Morente, que salió un momento a echarse unos cantecitos subido a unas deportivas Nike de lo más pintonas.

Yo era la tercera vez que veía en directo a este guitarrista en apenas unos meses, y, para aquellos que piensen que una maravilla de la naturaleza si se contempla en exceso se vuelve anodina o pierde capacidad de impacto, créanme, fue mágico. Es verdad que no me pilló por sorpresa, lógicamente yo ya conocía la solidez irreprochable de su técnica y esas facultades físicas superdotadas que le permiten ser salvaje cuando quiere apabullar y delicado cuando su corazón así se lo pide, pero las emociones que me dejó grabadas en el recuerdo Juan Habichuela Nieto son únicas y ya no hay manera de borrarlas. Hay cosas que cuantas más veces las disfrutas más veces las quieres volver a disfrutar.

En una entrevista concedida estos días a este mismo medio, Juan Habichuela Nieto deja entrever lo feliz que está con el rumbo que va cogiendo su aventura artística. Si su primer disco, Mi alma a solas (Universal, 2014), era un ramillete de composiciones comestibles con voluntad de carta de presentación, Sentimientos de mi ser supone un paso de gigante en la dirección de personalidad y hondura que conduce a la cumbre. Porque, vale, dice Juan Habichuela Nieto que él nunca se marca metas: «Cuando te marcas una meta te llenas de agonía, y esa agonía no te deja vivir» (cito de memoria), pero me da a mí que sólo lo dice para no inflar el globo de las expectativas, por si luego el destino le regatea los laureles. Paco de Lucía decía exactamente lo mismo, que nunca planificaba nada, que se limitaba a disfrutar del paisaje mientras se dejaba llevar por la corriente de la vida. Como si subir a lo más alto de la montaña fuese posible sin poner de tu parte. No sé, a mí me parece que hay sitios a los que no se puede llegar exclusivamente por azar, en cualquier caso, ahí es donde está Juan Habichuela Nieto en este preciso momento, a la vanguardia de la guitarra flamenca.

Al acabar el concierto, la pequeña delegación de Chalaúra allí presente y un séquito de personajes más o menos excéntricos fuimos a ver qué se cocía en los camerinos. Ni rastro de Aguasantas. Una pena, la verdad, porque, bueno, ya me hago cargo yo de que la gitanita tiene el corazón muy ocupado —estas celébritys jovenzuelas siempre están a tope—, pero tampoco creo que nadie se hubiese molestado conmigo si le pido el teléfono. A quien sí pude saludar felizmente fue a Juan Habichuela Nieto, y el momento tuvo su gracia. Yo me acerqué con todo el recato que me caracteriza y le tendí la mano, pero entonces fue él y me pegó un abrazo impresionante. Lo primero que pensé fue que me había confundido con alguien muy querido al que hacía un montón de años que no veía, pero en seguida fui oportunamente informado. Resulta que Juan Habichuela Nieto, además de ser el pedazo de guitarrista que les acabo de contar, tiene un gusto literario exquisito y se ve que sigue con regularidad las historietas que un servidor acierta a hilvanar en las pantallas de esta web. «Ya estamos, otro gacetillero corrompido por el amiguismo y la perversión», pensarán ustedes, y tendrán razón si lo piensan, pero permítanme sólo una recomendación: vayan a ver cómo le suena la guitarra al bicho, compruébenlo ustedes mismos con sus propios ojos, verán cómo al final están de acuerdo conmigo. El mundo podrá irse a pique una y mil veces, no pasa nada, siempre nos quedará la guitarra de Juan Habichuela Nieto.

 

Germán San Nicasio

Escritor

 

Fotografía: Julián Redondo

@chalauracom

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