Acontecimiento

La segunda semana de los conciertos programados en la Sala “García Lorca” de la Fundación Casa Patas comenzó con el recital del manchego Ricardo Fernández del Moral. Auténtica revelación flamenca de los últimos tiempos alumbrada por cinco lámparas mineras, hito histórico, en el festival de la Unión de 2012. Por eso y por sus novedosas, más bien añejas formas de interpretar el cante y el toque. Todo en uno y todo bien. El non plus, que dicen. Había que ir a verlo.

Y de paso visitar las remozadas instalaciones de la segunda planta de la Fundación Casa Patas. Edificio que Martín Guerrero está convirtiendo en un auténtico multiespacio flamenco y que Antonio Benamargo complementa con las labores programadoras de esta Sala García Lorca. Cuarto de cabales que la noche del viernes se llenó.

Concierto de algo más una hora de música, dividida en dos mitades, donde la ausencia de microfonía y la propia personalidad de Ricardo hicieron mucho en otorgar cercanía y autenticidad al resultado final. Hombre físicamente corpulento, afable, llano, sencillo, para nada recargado o engolado en el trato, este Ricardo Fernández del Moral (¿urge simplificar el nombre artístico?) ha sido toda la vida guitarrista. Llegando a ser el oficial de algún que otro concurso. Eso, amigos míos, enseña los cantes a sangre y fuego. Pero lo normal es quedarse ahí. Ahora bien, dominarlos e interpretarlos como pudo demostrar en la García Lorca es ya algo estratosférico.

Con una magnífica explicación de los estilos que iba haciendo, Ricardo fue claramente a más. Y al final, la segunda parte resultó mucho mejor que la primera, siendo esta reveladora.

En ella vimos un cantaor notable y un más que solvente guitarrista. Sin notorios problemas a la hora de compatibilizar cante y toque, se supone que Ricardo es lo más parecido a “El Planeta” o a “Paquirri el Guanté” que tenemos hoy día. Porque sabemos que Mayte Martín toca y se acompaña, que Arcángel también toca, la Tremendita, Falo…y tantos otros del pasado y el presente. Pero tocar a ese nivel y ser tan autosuficiente, nadie. Así, en la primera parte la guitarra superó más veces al cante que al revés, pero nos quedamos con un monumento por taranta y minera que justificó sobradamente su éxito en La Unión.

Cerró esta primera mitad acordándose por alegrías de una triste y repentinamente desaparecida Mariana Cornejo que estaba anunciada para dentro de unos días en esta misma sala.

Si sólo hubiera seguido en ese nivel, ya hubiera sido un buen concierto de flamenco. Pero el evento tornó tintes de acontecimiento cuando el señor del Moral paseó la petenera, seguiriya y cambio y cerró por fandangos de una manera que firmaría cualquier cantaor de cualquier época y lugar. Todos los estilos que fue desglosando y explicando (no queremos ser pedantes) se cumplieron a rajatabla aunque él se encargó de aderezarlos “con unos toques personales” de la casa. Es decir, en muchos momentos se mejoraron. Y la guitarra se acordó de Morao, Montoya, Enrique de Melchor…qué quieren que les diga.

Quizá demasiado acelerado por bulerías, sobre todo en la parte del cuplé, pero nunca desbordado. Único posible “pero” (puede que lo hiciera a propósito, quién sabe) de un recital memorable.

Que sepamos y como decimos, en el flamenco no hay artistas ahora mismo con tanta sapiencia flamenca en la práctica. Algo que, imaginamos, mantendrá tranquilo al sindicato de guitarristas. Pero como se extienda la práctica del “todo en uno” a muchos les va a faltar el trabajo.

Texto: Pablo San Nicasio Ramos | Fotos: Rubén Rivas 

[box] Cante y toque: Ricardo Fernández del Moral  | Sala García Lorca | Fundación Casapatas | Madrid [/box]

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