La trayectoria profesional de este vallisoletano dista mucho de la de un flamenco de estirpe y genes adquiridos antes de ver el cielo.
Formado en un principio de manera autodidacta y más tarde con los grandes maestros del toque de su tiempo, Raúl Olivar cayó prendado de la guitarra flamenca al conocer el arte de quien sería su ídolo y referente estético, Vicente Amigo. Sucedió una noche cualquiera en un teatro de su tierra.
Teniendo clara su vocación, ya “solo” quedaba darle forma al aprendizaje y vida a una discografía de la que hoy presentamos su tercer capítulo.
Tercera entrega de Olivar tras “Sueños”, del año 2001 y “Reflejo del Alma” publicado en 2007. Discos trabajados y creados en un ambiente, si no hostil al flamenco, cuando menos muy proclive a la indolencia con la causa. Un entorno no tan hecho al arte jondo como el que existe de la Sierra de Guadarrama hacia el sur.
Comienza el disco con la rumba “Los Ojos de la India”, tema entre el flamenco y el pop, terrenos muy abonados en la formación de este guitarrista y a los que rinde tributo en un equilibrio constante.
En una línea coherente con las bulerías del Raúl Olivar de sus discos anteriores, encontramos “Buleriando”, una sucesión de progresiones a compás, en un trazado melódico definido, algo nada fácil para otros guitarristas y que, sin embargo, Raúl encuentra en sorprendentes cantidades.
“Un Rincón para Soñar” es el tercer tema, que da nombre al disco y que se basa en el compás de tangos-rumba. En un estilo que tributa al último Vicente Amigo, anterior a su disco “Tierra”.
“La Luna de Venecia” se pasea entre el compás de fandangos y el de jaleos, imprimiendo de nuevo todo el protagonismo a una melodía que, sin duda, es el fuerte de Raúl Olivar. Un guitarrista que consigue líneas en la voz aguda con enorme facilidad. Queda dicho. Aquí mezcladas con la canción de autor y el pop.
“Camino del Aire” lleva la rumba en los registros agudos y, al igual que el resto de temas, no se explaya hasta cansar. Raúl Olivar dosifica mucho los tiempos de los temas y hace que, a pesar de regalarnos catorce, ninguno peque de extenso.
“La Casa Gris”, tema esencialmente pop, titulado como el estudio donde se grabó este disco y que, sin duda, guarda una especial vinculación con Raúl. Tema donde se nota la esencia “Celtas Cortos” y los ecos acústicos. Pieza que comparte con al menos otra media docena de los que integran el disco, el peso suficiente para ser ese “single” que pega fuerte en cualquier radio o bareto. Pero eso, ya se sabe, corre a cuenta de otras industrias…
Obra compleja, que acelera sus registros al final y que se extiende más que ninguna otra. A nuestro juicio la obra central de este “Rincón para Soñar”. Hasta el propio Raúl hace aquí los coros, algo que no será privativo de este tema.
“Lluvia” marca el ecuador por bulerías en diferentes tonos, del cuplé a las de modo mayor, pero siempre con un eco más jerezano que las anteriores.
“Notas para el recuerdo” hace un interesante uso de coros y percusiones, mientras que “Pensando en ti” lleva el eclecticismo popero y electroacústico de nuevo a un protagonismo deliberadamente buscado por Raúl. No en balde sus colaboraciones y convivencias con los grandes del género están ahí, en su curriculum profesional y su experiencia vital. De bien nacidos es ser agradecidos.
“Sueños de Ida y Vuelta” responden por guajira a esos ecos que también forman parte, y muy importante, del flamenco. Giros que Raúl, bien lo sabe, han forjado gran parte del repertorio actual de los más grandes del toque, baile y cante.
Por la senda “vicentera” pero también “olivarera” transcurre “Acariciando la Tarde”, rumba que contrasta con “Oscuro Cielo”, preciosa seguiriya donde vuelve una ortodoxia en la que ciframos todavía mejor a un Raúl Olivar generoso con todas las caras del flamenco, pero a quien nosotros reivindicamos en estos registros.
Es más, en toques como el siguiente, “En un Rincón de la Casa Gris”, estupenda minera, volvemos a ver un guitarrista que llama a las puertas de la cotización para compañías y escenarios en solitario.
Un poema cierra con total intención el lema de un disco de generosas carnes y mucho donde agarrar, si se nos permite la expresión.
Técnicamente Rául Olivar es un guitarrista que se desenvuelve con sorprendente facilidad por los terrenos de los picados y las complejidades armónicas. Con eso y su recurrente solvencia a la hora de encontrar melodías, tenemos a uno de los guitarristas más completos de su zona. Un catalizador del flamenco en la región vallisoletana y un referente sin duda para la incipiente afición pucelana. Diamante en proceso de pulido que vive a la vera del Pisuerga.
Cuenta el disco con colaboraciones más que interesantes. Auténticos pesos pesados como, por solo mentar las voces: Carlos Chaouen, Jesús Cifuentes, Javier Ruibal, Cristina Llorente, Yaiza Herrero, José Luis Jiménez y Rafael Escudero.
En el apartado instrumental destacamos a Félix Santos con la guitarra electroacústica, David de la Plaza con la eléctrica. Paquito González con las percusiones, Diego Martín interviene con la batería, César Díez y Juanjo Puertas al bajo. Hay un acordeón, el de Jorge Arribas. Iván Carlón se ocupa de los vientos, Alberto García del violín y Miguel Ángel Recio al piano.
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Redacción Chalaura.com
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