La reina de las marismas

Pablo San Nicasio Ramos

[box] Cante: Carmen Linares, Mayte Martín, Rocío Márquez. Guitarras: Salvador Gutiérrez, Manolo Franco, Juan Ramón Caro. Piano: Pablo Suárez. Palmas: Ana González, Rosario Montoya.[/box]

Al final van a ser la Junta de Andalucía y el Ministerio, por colleras, los que promuevan el calendario continuado de fastos y recitales flamencos de Madrid. Por lo menos en invierno. La iniciativa privada y algunos tradicionales festivales parece que murieron o no se les volvió a ver. Pero nos queda “Andalucía Flamenca”, pequeña muestra mensual en el incomparable marco que es el Auditorio Nacional.

El ciclo del ejercicio presente se inauguró la noche del domingo con tres generaciones de cante femenino. Carmen Linares, como eje vertebrador del repertorio y filosofía artística para las cantaoras de los últimos cuarenta años. Mayte Martín, ese verso suelto del arte español que derrite los hielos. Y Rocío Márquez o la fuerza de la juventud que pide abrirse paso en un flamenco cada vez más apretado.

 Y lo consiguió. La ilusión y garra que dan los pocos años y el mucho estudio del flamenco que tiene esta onubense se llevaron al final el gato al agua y al público en el bolsillo.

Siendo Rocío la que a priori lo tenía más difícil (la debutante, abriendo cartel, repertorio por descubrir…) fue a la postre la que más rendimiento sacó de su debut en la sala sinfónica del coliseo madrileño. Cantes cortos, con pegada, estupendamente secundada por un Manolo Franco a quien hacía tiempo que no veíamos por aquí y un saber estar en el escenario que enamoró y arrebató.

Estupenda y personal en sus variantes por malagueña, guajiras marcheneras preludiadas con habanera, aires por cantiñas rematadas con un valentísimo caracol y seguiriya sin resultar pesada fueron los cantes que hicieron cuerpo a una actuación notable. Rematada con fandangos naturales, verdes como su vestido. Capaz por sí solo de atrapar a cualquiera. Huelva hoy manda en el cante. Es innegable. Y en Rocío Márquez encontramos mucho conocimiento y pasión por lo que hace. Académica y tierna aún, esta cantaora promete guerra porque sabe, y lo dijo, “los sofocones” que le ha costado llegar donde ya apunta. Quien supera esos “sofocones” al final se los mete en el cuerpo a los rivales.

 Mayte Martín volvía a Madrid y su público la esperaba. Cantaora cada vez más cercana, extrajo de su repertorio de “flamenco clásico” la petenera, la baraja de fandangos, una buena nómina de cantes por soleá, su guajira y el cierre por bulerías en tono de cuplé. En algunos tramos pudimos hacer comparativa con Rocío puesto que cantaron exactamente lo mismo, no obstante la catalana es más de la escuela de Valderrama que de Marchena, autor más parejo con el estilo de Rocío Márquez.

Cantes mucho más largos, hasta el triple de letras que su anterior compañera de cartel, Mayte Martín representó ese cante “aprendido” que muchos flamencos denostan por su menor vínculo con la herencia. Cosas que pasan.

 Carmen Linares era quizá la estrella del cartel y al final se tuvo que encontrar con un público que acusaba la duración del concierto y que pedía guerra. Y ella, confesó además, “venía con las pilas cargadas”. Pero su concepto se fajó con los poetas y el tono íntimo de su repertorio volvió a chocar con su puesto en el orden del evento. Parecen nimiedades pero si a Carmen la colocan una hora antes salimos todos mucho más enterados de que ayer estrenó una soleá-bambera con letras de Lorca. O que volvió a brillar con su granaína “Asesinado por el cielo”.

Pero peleó a la contra y eso a veces es muy complicado remontarlo. No obstante nos quedamos con su generosidad y su tremendo esfuerzo por, ojo, no repetirse y ofrecer siempre algo nuevo. No quedan muchas como ella.

 La organización se debe apuntar un tanto en la entrada (buenos carteles y precios populares. Así sí se llena, está claro.) Pero algunos detalles de libro para la próxima. El primero, en nuestra opinión, calcular mejor el tiempo. Dos horas y media de espectáculo sin pausa se hace largo. Sea lo que sea. Y el repertorio. El Auditorio Nacional suele enunciar en sus programas el repertorio de cada artista. Si eso hubiera sucedido, nos habríamos ahorrado el papelón de ver a Rocío y Mayte calcarse buena parte de sus cantes sin ellas darse cuenta. Pero el público sí se la dio.

Sea como fuere, de la terna, santísima Trinidad  anoche, la que reinó fue una blanca paloma llegada de las marismas.