Os proponemos un encuentro mágico: «Blanca del Rey» y Romualdo Molina, una de las mayores figuras que ha dado el baile flamenco entrevistada por un verdadero sabio de muchas artes. Entrevista realizada hace once años y que pasó prácticamente desapercibida. Rescatamos del archivo este material periodístico de primera calidad. Eran años en los que se buscaba promover la candidatura del flamenco como patrimonio inmaterial de la Humanidad
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Blanca Ávila Molina, Blanca Del Rey nace en Córdoba el 7 de abril de 1948 en la calle la Plata. Por el de esta calle, usó un tiempo del nombre artístico de «La Platera». Es un caso de precocidad extrema que acredita su vocación innata por la danza: ya a los cuatro años, actúa en AJ24 Radio Córdoba, cantando y bailando “La Tani”, y el tanguillo recitado “Mi comandante”. Gana varios concursos: uno con 8 años en el GRAN TEATRO DE CÓRDOBA; otro con 9, el convocado por el Sindicato Provincial de Bailes Regionales. Con 12 años ya actúa profesionalmente en el tablao EL ZOCO de su ciudad natal, gracias a un privilegio especial por el que se le concede a esa edad el carnet de Artista de Variedades. En noviembre de 1962 da el salto a Madrid; Quince días en LAS CUEVAS DE NEMESIO la revelan y le proporcionan un importante contrato en EL CORRAL DE LA MORERÍA, prestigioso tablao, por el que han pasado las principales figuras flamencas, fundado en 1956 por Manuel del Rey (propietario aún, y esposo de la bailaora). En él, Blanca donde se hace pronto insustituible y paradigmática,: aparte numerosas giras por España y el extranjero. Habitual en el CORRAL, salvo la significativa pausa consagrada al nacimiento y crianza de sus dos hijos, y que aprovecha para cursar estudios de Historia del Arte en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando de Madrid.
En 1980, con su actuación en el programa de Televisión Española “La Danza”, decide su retorno formal y definitivo a los escenarios, como primera figura de EL CORRAL. Como investigadora del Flamenco, a señalar su intervención en la Cátedra de Flamencología de Córdoba, exponiendo racional y constructivamente sus ideas sobre el Flamenco, su esencia, su evolución y su futuro, y cerrando con el broche de una actuación en el GRAN TEATRO de dicha ciudad, y que durante dos temporadas (1983-85) participa semanalmente en un programa de Radio Exterior de España. En 1983 funda el Ballet Flamenco Blanca del Rey con el propósito de seguir la línea de los grandes creadores de este género exquisito (La Argentina, La Argentinita, Vicente Escudero, Pilar López, Antonio, Rafael de Córdova, Gades, Mario Maya, Cristina Hoyos, etc.) del ámbito teatral, cuya primera aportación de su propia cosecha fue “Poemas y danzas de Andalucía”. Siguen a lo largo de los años “Pasión Flamenca”, “La Vida Breve”, “Renacer”. En 1996 para solemnizar la creación de la Fundación Yehudi Menuhim, compone “Del sitar a la guitarra”, con la participación de Raví Shankar entre los numerosos virtuosos de cada país que ilustran el itinerario recorrido hasta España de la música hindú; este espectáculo fue televisado en la mayor parte de Europa, pero no en España. Finalmente, en noviembre 2000 crea “A bocajarro”. Blanca del Rey extrae consecuencias de sus investigaciones en la evolución del flamenco y de su reflexiva maduración, hasta revisar su personal concepción del baile, traducida en sucesivas coreografías: sus alegrías, la caña, o su personal guajira, ésta compuesta en colaboración con el gran coreógrafo CIRO. Sobre todo, hay que anotar, la Soleá del Mantón, que deslumbró a Maurice Béjart —se la llevó en su gira mundial como artista invitada— y por la que ya ha pasado a la gloria.
Blanca del Rey ha rodado varios documentales sobre su vida y obra, y grabado sus bailes y coreografías en numerosos programas de televisión.
«El flamenco, en esencia, es MISTERIO»
—El género flamenco ¿es sólo actividad folklórica, válida para nativos y turistas? ¿O vá más allá y entra dentro del show business, del negocio del espectáculo para entretenimiento de ociosos? ¿Alcanza alguna vez el alto rango de la expresión artística, con voluntad sublimadora y meta espiritual?
—Absolutamente, lo último: para mí, el flamenco es un camino de evolución humana a través de muchas más sensaciones de las que el ser humano conoce como la vista, el oído, el tacto, la respiración, etc.; es una eclosión de toda su persona, la cual se pone al servicio de la creación en la más estricta de las expresiones; porque, cuando un artista flamenco domina los secretos de lo que es la música flamenca, el son, el compás y el ritmo, alcanza lo que buscan los derviches sufíes; se produce (tal como conozco a través de mí misma) la borrachera de los sentidos.
—¿El Baile Flamenco es música bailada, cantares bailados, baile con canciones, baile sobre música?
—Todo eso. Y mucho más. Bailar brota de la expresión primigenia, la más genuina, del ser humano porque, antes de llegar a emitir un sonido gutural, ya nos comunicamos con las posturas y movimientos del cuerpo; cuando aún no ha llegado una educación a reprimir lo más auténtico de la personalidad, con las manos, la cara, los ojos, el torso, los miembros, todo «tú», manifestamos ese «yo interior» sublime que cada cual lleva consigo.
—Gades. 1.000 a. C.. Entre los pasos característicos de las bailarinas del valle del Tartessos (Guadalquivir) se citan por las fuentes el elactisma o zapateado, y las crissaturas, palabra recogida por los romanos desde el léxico helénico y que aludía al contoneo o meneo, es decir, el movimiento ondulante de cintura y caderas. La tradición de danzas y músicas ha sido confirmada por diversas autoridades, destacando Menéndez Pidal. Con otra nomenclatura, en el siglo de oro se referían al mismo recurso de baile a la «ombligada». Desde muy antiguo se ha considerado el «meneo» (en el sentido de ondulación de las caderas) como uno de los tesoros del baile femenino español, y como tal pasó al género flamenco apenas éste se inventó. Como coreógrafa tanto como ejecutante ¿qué puede decirnos sobre el «meneo»?
—No hay parte en el cuerpo del que baila flamenco que no lleve su ondulación: desde las manos (los dedos, las falanges, las muñecas…), los codos, los hombros, el cuello, la cintura…, se marca el quiebro. Hay otras danzas, y aún hoy se ven, que son rígidas. Hoy muchas veces se baila muy rígidamente, incluso por flamencos, que se dejan influir por otros modos cuando, en vez de centrarse en el temperamento, utilizan nervio y agresividad. Cuando el que está bailando se deja ir, la música lo lleva a toda la movilidad de que el físico humano es capaz: donde hay una coyuntura es flexible; la expresión principal deriva precisamente de las articulaciones.
—A lo largo de los siglos y de los territorios, en donde ha sido levantada la prohibición general al baile, ciertas normas puritanas de educación siguen reprimiendo los contoneos y sacudimientos, obsesivamente denunciados de indecorosos: esta actitud moral (que equipara rectitud a bondad, curvatura y doblez a pecado) suele tachar el baile hispánico de obsceno por lo flexible, y propone la rigidez como pauta de honestidad y correcta civilización.
—Andalucía ha sido siempre la parte de las Españas que más libertad ha usado a la hora de expresarse, sobre todo en las artes que se viven en las calles; pero para mí estamos ante un problema personal del artista: que sepa desnudarse el alma, transmitir sin ninguna cadena psicológica; no hay baile más puro, más auténtico que aquel que la persona ha conseguido a través de la liberación de sí misma; entonces se es capaz de compartir todas las motivaciones, sea a través del cante, de la guitarra o de la danza, mediante el soporte de un ritmo.
—¿Melodía o percusión? ¿Es una alternativa? ¿U ondulas, o zapateas?
—No. No es una cuestión de «ondular», es una cuestión de expresar, sea ondulándose, arqueándose o, simplemente, erguido hacia arriba como una palmera. Sobre mi experiencia, el baile expone visualmente las notas cuando no zapateas; eres melodía, cuando no estás zapateando; y, al mismo tiempo, eres el poema del cante, conforme los recibes. Aquel que sabe de cante, porque ha crecido y vivido con él a través del tiempo, lo respeta, lo siente, lo ama, lo vive, y lleva la letra y la voz a su cuerpo. El zapateado es un medio de expresión más: para mí es percusión musical, con toda su melodiosidad; no sólo ritmos, contratiempos, etc.: con los pies hay que puntuar, y tener cadencia, y tener acentos, matizando con el ritmo como guía… Últimamente esto se está perdiendo, porque ahora todo es como muy violento, se zapatea a veces sólo con ritmo y ritmo: guitarra cerrada, percusión de caja, de palmas… Y, «bailar a notas», tanto con tu cuerpo como con tus pies, es algo ya perdido. Bailar a notas exige estar «pasado» de ritmo, desde luego, pero además ir con la melodía que el guitarrista ha creado, haciendo su música.
—Hay bailaoras que, considerando que el zapateado era una expresión viril, se sienten obligadas hoy a reivindicarlo y practicarlo, como una conquista para la mujer, demostrando incluso mayor resistencia y poderío que ellos.
—Sí. Los Juegos Olímpicos en el flamenco… A ver quien corre más, quién lo hace más difícil… Y es mucho más difícil «pararse» en un tercio de cante, y «recogerlo» con los brazos, que hacer mil virguerías, arrinconar al cante contra las cuerdas, y que el pobre cantaor ya no pueda ni con el tercio, porque lo atropellas con lo que estás haciendo con los pies. Tenemos mala memoria cuando se habla así, como de una novedad. Ahí tenemos a Carmen Amaya, Fernanda Romero, Rosa Durán, que bien que usaban los pies; no creo que en esto la juventud haya hoy descubierto nada; al reivindicar su derecho «masculino», llevan al arte por senderos absurdos. El arte es envolver. El arte es reflexionar. El arte es enriquecer. El arte es compartir sentimientos a través de lo más sublime que puedas tener dentro de tí.
—Ya sé que el bien bailar flamenco no debe ser parcial, puesto que se construye con la integridad coordinada de la expresión de las distintas partes de todo el cuerpo; pero Héctor Zaraspe, que fue maestro de baile de Antonio, me enseñó a analizar, dividiendo la gestualidad en tres pisos, que se corresponden con los planos de tierra, aire y espacio de que hablan los orientales, y que se corresponderían con piernas-pies, pecho-caderas, cuello-cabeza, con los brazos subiendo y bajando, para ensamblarlo todo. ¿Cómo consideras esta cuestión?
—Si a mi me preguntaran ¿qué es flamenco?, lo resumiría en una sola frase: «flamenco es misterio». Cuando el artista no tiene esto está haciendo arte, no digo que no, pero poco flamenco; porque el flamenco, en esencia, es MISTERIO. Los brazos usan un lenguaje de conquista; están enamorando al aire. Si hay que hacer de jurado en un concurso, muy bien: hay que hacer ese análisis para ver si esa bailaora o ese bailaor es completo; pero, siendo el flamenco misterio, y el ser humano la suma de todas sus partes, visibles e invisibles, que no son departamentos estancos, hay que verlo en definitiva como una suma. A lo mejor hay artistas que son, digamos, más flojitos de pies…, pero ¡es que no les hace falta! Porque lo que irradian de su espíritu es superior a todo lo demás. En su última esencia, el flamenco es espiritualidad, carro que lleva lo que es ordinariez diaria a la elevación de lo sublime. Flamenquear es hacer una alquimia, trasmutar sentimientos negativos en positivos.
—¿Cómo valora el vestuario flamenco femenino, el traje de faralaes (volantes) y las peinetas, peinecillos, flecos, crótalos, pendientes de luna llena o cuartos, escotes, cinturas ceñidas? Por supuesto que se usa aún en el presente, siendo de antiquísima tradición, recogido en pinturas rupestres de la Iberia del sur o levantina, y transmitido persona a persona durante cinco mil o más años, desde Tartessos y Creta, subsistiendo bajo los romanos, los godos, los moros y los castellanos.
—Cuando se baila flamenco, para mí que es el rezo más profundo hacia Dios que se puede hacer. Y si nos remontamos a las liturgias más antiguas, las sacerdotisas ya se preparaban con muchísimo tiempo para lo que tenían que realizar; y no utilizaban un traje cualquiera: revestían el traje de La Ceremonia. Hoy, se ve en los escenarios que nuestras batas tradicionales han sido cambiadas por los trajes de noche. Y eso, cuando no se usan prendas que, para bailar flamenco, no las concibes; que pueden servir bien para otro tipo de danzas, pero para el flamenco es preciso dejar, por lo menos, tres o cuatro huellas de lo que realmente es la historia del traje: esto también es cultura.
—Parece fundamental que el traje flamenco es un elemento que se maneja: con piernas y tobillos, por ejemplo, se hacen movimientos que modelan y dirigen el vuelo de las faldas…
—Eso se llama «picar» la falda, «faldear».
—Teatro Lope de Vega de Sevilla. Antonio Mairena sale con Merche Esmeralda, una larguísima bata de cola almidonada, topos negros sobre blanco, los dos viniendo muy despacio desde entrebastidores fondo derecha del espectador, hasta el proscenio izquierda, ella «faldeando», él metiéndole la cara… (como si fueran el mismísmo Manolo Caracol y Lola Flores); y, como temple, una soleá ligada para todo el recorrido…:
Yo no le temo a los males
como le temo a las olas
de tu bata de lunares…
Momento memorable de calidad y emoción supremas que enardeció a todos los presentes.
—Volvemos a lo mismo. Hay muy poca gente que use la cola. Afortunadamente Matilde Coral tiene una escuela en la cual da clases de bata de cola, porque es que, de verdad, que se está perdiendo. Porque vivimos unos tiempos en que se impone la ley del mínimo esfuerzo. Es decir: los palillos se van perdiendo, la bata de cola (ya te digo que esta mujer está haciendo una labor encomiable), se está perdiendo. El baile flamenco contemporáneo renuncia…, y me parece muy bien, porque tal vez sea el arte el último reducto en que de veras se viva la libertad. Pero, llamémosle a esas danzas «otra cosa». Que pueden ser riquísimas, que pueden alcanzar una categoría artística extraordinaria, pero llamémosle «otra cosa».
—Esto es: que nos estamos dejando a cachos una sabiduría muy antigua, que nos ha costado mucho conservar…
—¡Mucho tiempo!
—…y defender, a veces bajo franca persecución; y la podemos tirar y arruinar en quince días.
—Sí. Porque se le está poniendo a la Torre del Oro escaleras mecánicas, a la Mezquita de Córdoba la pasarela Cibeles… Es muy triste. Lo que hay que hacer es evolucionar con lo mismo. Y esto es lo difícil.
—El Mantón. ¿Cómo has conseguido mantener ese óvalo, esa burbuja, meterlo dentro de ese ónfalon imaginario…
—El mantón es un antiguo ornamento, que se ha usado siempre, primero en China, luego Filipinas y luego España. Crear con él es lo difícil, porque es personalizar lo que es el flamenco, trabajando con las raíces. Porque el arte, además de lo que se ha estado diciendo aquí, es también imaginación. Si no se tiene, la gente coge vídeos, y entonces ocurre como con los libros de flamenco, hay «refritos». Y hoy todo el mundo se parece bailando, todos rematan todo por bulerías… ¿Bailas seguiriyas?, bulerías…, bailas soleá, bulerías…, bulerías por soleá, bulerías…; en fin, es una pena. Tú puedes hacer de la bulería un baile (de hecho, yo lo tengo), pero a cada cosa lo suyo, porque si no, es como un diamante con una sola talla: brillará en esa talla. No hay más luces.
—El baile flamenco se nos presenta en diferentes ambientes, con diferentes públicos y auditorios… ¿Cuál de estas fórmulas estaría más necesitada de ayuda, porque se encuentre en mayor peligro de perderse?
—Yo creo que todo esto hay que cuidarlo; todo, sí: porque esto todo es enriquecimiento. Hay un flamenco para la intimidad; hay un flamenco para el tablao, hay un flamenco para el teatro, y hay un flamenco para la argumentación de una obra. ¿Por qué nos vamos a limitar? ¿Qué cual está en más peligro? La sociedad está tan desconectada, cada cual está aislado del que tiene enfrente, y tiene cada uno tanto miedo al que tiene enfrente que el baile flamenco que está en más peligro es el de la intimidad. Porque no nos comunicamos. Ese del cuartito pequeño, ese del momento de estar a gusto con tus amigos, y salir al baile, salir al encuentro de tu propio sentir en ese instante, ese es el que está más en peligro porque estamos totalmente solos. Es una enfermedad de la sociedad. No es que corre peligro. Es que está muerto, prácticamente. Son momentos de privilegio, que suelen ocurrir muy pocas veces. Estos últimos años yo he tenido encuentros de esos en muy pocas ocasiones.
—¿Y asegura que este baile miniatura y filigrana, tan en riesgo pero del que participan tan pocos, insignificante desde el punto de vista económico, tiene sin embargo valor como un arte importante para toda la Humanidad?
—Sí. Cinco personas pueden llenarse tanto de vida en esos momentos que pueden contagiar de vida a los otros. Vivimos en unos momentos en que estamos contagiados de muerte. Ahora, yo lo que pido es que el flamenco que es vida, que es vibración, llegue a la gente, sea de cualquier país, de cualquier lugar; pero ¿qué importa? en el fondo, sólo hay una única casa que es La Tierra, esa casa pequeña que está ahí, en el espacio, que no sabemos si estamos solos o estamos acompañados…
—¿A qué protección, a qué tipo de protección podría aspirar el flamenco? Todo el flamenco que dices, el flamenco en general, el flamenco de los catorce metros de boca de un gran escenario, el flamenco de las cinco losetas, el flamenco de la televisión y en DVD, y todas las escalas intermedias?
—Pues ya se tendrá que ocupar de eso la sección cultural que corresponda, de ese Organismo Mundial encargado de los Patrimonios.
—¿Qué pediríamos, porque nos lo consideren Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad? ¿Qué querríamos? ¿Más dinero? ¿Más defensa frente a la censura en según qué países? ¿Más ocasiones en que el flamenco pueda manifestarse?
—Caminos. Caminos para que podamos andar. Caminos que podamos recorrer. Si políticamente no hubiesen trabajado para que el Camino de Santiago siguiera perdurando, ese camino se habría extinguido.
—Ya. Se supone que Andalucía tendría que trabajar en la conservación, transmisión y difusión del flamenco algo así como ha hecho Galicia con el Camino de Santiago y los Años Jacobeos.
—Sí. Efectivamente. Por eso lo he insinuado. Porque si espiritualidad es el Camino de Santiago ¿eh?, espiritualidad también es el flamenco.
—Por supuesto que el conocimiento del flamenco está más extendido que el de la peregrinación a Compostela, Es usted cordobesa, andaluza por lo tanto, pero mujer que se reclama de la pequeña casa de la Humanidad toda; ha viajado con su arte por muchos países, entregándose a gentes de variadas culturas y condiciones; y hay constancia de que en todo lugar ha gozado de estupendas cuando no grandiosas acogidas. Otros muchos compañeros han hecho de misioneros. Con tanta difusión del género a escala mundial, no sería una hazaña tan difícil.
—Claro: porque todos sentimos, reímos, sufrimos por las mismas razones. Es que el flamenco recoge lo humano vulgar, el artista hace de ello una alquimia, lo transmuta y lo torna arte, lo convierte en belleza. Sí hay que tener en cuenta que no se debe confundir la riqueza enorme de expresiones que el artista flamenco puede lograr, con ciertas mixtificaciones. Ya lo he dicho antes: temperamento no tiene nada que ver con agresividad ni con nerviosismo. Y sensibilidad no tiene nada que ver con cursilería y estupidez.
Yo pediría, con todas mis fuerzas, con todo mi corazón que se protegieran todas las expresiones que el flamenco tiene, para que la Humanidad sea por unos momentos más feliz. Y se les quite a ellos de alguna manera, por unos instantes, en esos momentos en que está vibrando con el artista el miedo que tienen, el miedo que tenemos encima. El miedo que nos está haciendo sentir desdichados. Que así nos llenemos más de amor, que es lo que nos hace ser libres. Y hacer flamenco es dar amor, porque te entregas, derramas todo lo que hay en tí.